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Es ampliamente aceptado que ser físicamente activo protege contra la demencia. Sin embargo, persistía una duda: ¿en qué etapa de la vida adulta es más impactante el ejercicio para esta protección? Un nuevo estudio de cohorte prospectivo, utilizando datos del renombrado Framingham Heart Study, buscó responder a esta pregunta analizando la actividad física en la adultez temprana, la mediana edad y la tercera edad.

Publicado en JAMA Network Open, de la American Medical Association, el estudio siguió a más de 4,000 participantes (descendientes de la cohorte original) durante décadas. Los investigadores dividieron a los participantes en grupos basados en la edad en la que se midió la actividad física: adultez temprana (26-44 años), mediana edad (45-64 años) y tercera edad (65-88 años).

Los resultados traen un mensaje poderoso sobre la importancia de la persistencia y del inicio tardío de hábitos saludables:

• La Importancia de la Mediana Edad y Más Allá: Niveles más altos de actividad física en la mediana edad y en la tercera edad se asociaron con un riesgo significativamente menor de demencia por todas las causas (reducción del 41% y 45%, respectivamente, para los grupos más activos).
  
  
• Resultados para Alzheimer: La tendencia fue similar para la Enfermedad de Alzheimer específicamente, donde la alta actividad física en estas etapas de la vida también mostró una protección robusta.
  
  
• Intensidad del Ejercicio: En la mediana edad, la protección se asoció con actividades moderadas a intensas. En cambio, en la tercera edad, la asociación positiva se mantuvo independientemente de la intensidad, sugiriendo que cualquier movimiento cuenta en esta etapa.
  
  
• El Misterio de la Adultez Temprana: Curiosamente, la actividad física en la adultez temprana (26-44 años) no mostró una asociación significativa con el riesgo de demencia posterior en este estudio. Los autores resaltan, sin embargo, que el ejercicio en esta etapa sigue siendo vital para la salud cardiovascular y mental, factores que influyen en la salud cerebral a largo plazo.

La conclusión es alentadora: los hallazgos sugieren que las intervenciones para promover la actividad física, incluso si se inician en la mediana edad o más tarde, pueden ser estrategias efectivas para retrasar o prevenir la demencia.

Para profundizar en los detalles sobre la intensidad del ejercicio y las diferencias genéticas (estatus del gen APOE) observadas en el estudio, recomendamos la lectura del comunicado completo.

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